Ofrenda a la tormenta by Dolores Redondo

Ofrenda a la tormenta by Dolores Redondo

autor:Dolores Redondo [Redondo, Dolores]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2014-11-01T04:00:00+00:00


31

El abogado de la familia Berrueta había solicitado que el propietario de las minas de Almandoz declarase en Elizondo en lugar de hacerlo en una comisaría francesa. Iriarte se ocuparía aquella mañana. Había llamado temprano a Amaia para decirle que no era necesario que ella también acudiese; era sábado y, además, oficialmente ya estaba de vacaciones.

—¿Ha llegado Jonan?

—No, pero hoy no tenía que venir.

—Habíamos quedado en que me traería las ampliaciones de las fotos del interior de la sepultura que tomó ayer en Ainhoa…

—¿Ha mirado en su correo?

—Sí, no hay nada. Imagino que me las enviará o se acercará a traerlas a lo largo de la mañana. —Colgó el teléfono.

Engrasi y ella habían mandado a James a comprar madalenas con Ibai y prepararon un par de cafés para su charla de chicas.

Se colocó con su taza de café ante Engrasi.

—Tía —dijo llamando su atención y cerciorándose de que la miraba a los ojos.

Engrasi apagó el televisor.

—Yo lo vi en el bosque hace un año, lo vi como te veo ahora, a menos de cinco metros, y por lo menos en otras tres ocasiones lo he tenido tan cerca como para escuchar sus silbidos como si estuviese a mi lado; la última vez hace muy poco. El año pasado conocí a aquel guardabosques que afirmaba haberse encontrado con él, aunque lo cierto es que le habían disparado y el shock pudo alterar la percepción de lo que en verdad ocurría. Tú me contaste que lo viste accidentalmente cuando tenías dieciséis años y recogías leña en el bosque, y luego está el caso del profesor Vallejo. Si tuviera que elegir en todo el mundo un candidato menos apto como testigo de una aparición como ésa sería él, no he conocido jamás una mente más racional y científica —dijo mirando brevemente a su tía, que permanecía quieta escuchando—. Sin embargo, no son las personas que lo vieron las que me interesan, sino la frecuencia con que ha venido mostrándose en los últimos tiempos. Yo no lo vi de forma accidental, tía, lo vi porque él quiso que lo viera. Y necesito saber por qué.

Engrasi apuró en dos sorbos el contenido de su taza y habló.

—Lo he pensado mucho, he leído sobre el mito, las leyendas, creo que he leído todo lo que hay escrito sobre el basajaun. Él, bueno, se supone que es el guardián del equilibrio, el señor del bosque, el que cuida y preserva la proporción entre la vida y la muerte. Creo que todo forma parte de una especie de juego de contrapesos, y por una razón que desconocemos la ofensa es tal que se ha roto un equilibrio que era importante para que las cosas fueran lo que debían ser, una ofensa tan grande como para obligarlo a mostrarse. La muerte contra natura que supusieron los asesinatos de aquellas chicas el año pasado o el caso de ese monstruo que indujo durante años a cometer asesinatos y abandonar los restos de las víctimas en nuestro valle, por no mencionar lo que estuvo a punto de pasarle a Ibai.



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